lunes, 31 de octubre de 2016

Confucio o la importancia de llamarse Humanista













 

Hoy en el camión a mi casa venía leyendo una introducción a la filosofía confuciana. Esa es mi anécdota. Digo esto no para presumir sino para ejemplificar el tema de hoy: la importancia de estudiar Humanidades, con énfasis en nuestra carrera, Letras hispánicas.

El traductor y editor de esa versión de Los cuatro libros, obra fundamental de la filosofía de Confucio, asegura que esta doctrina ha permeado de manera única en la cultura china a través de los siglos, y aun considerando esto, en la actualidad puede que un gran número de personas desconozca que la mayor parte de sus prácticas éticas y morales tienen como base las enseñanzas del maestro Kong Fu Zi. Quiero guardar esta idea para mi conclusión.        
Ahora, quizás a algunos les resulte familiar mi opinión sobre el tema a tratar. No sería casualidad si me han escuchado decirlo antes. Sufro cierto escepticismo hacia “la importancia” de las humanidades. Me siento inclinado a rechazar esos intentos objetivistas, utilitarios; a decir que no existe una importancia, pues. Pero reconozco que mi postura es variable. Ya dije en una entrada anterior que la utilidad de las humanidades puede no ser práctica, es decir, puede no recompensar de primera mano con dinero. Creo que un profesional de las humanidades reconoce que gran parte de su trabajo es abstracto: está en el pensamiento. Y creo, además, que no debe vencerse a causa de esto. Su integridad, su criterio, su intuición y su humildad consisten en saber que los cambios que pueda lograr en el mundo no invocarán revoluciones de la noche a la mañana. El producto del humanista es más bien el proceso. 

Una parte de mí imagina un mundo sin teoría ni crítica literaria. Probablemente carezco de experiencia, pero no recuerdo haber conocido una sola persona común que me dijera que leer S/Z de Barthes o El canon Occidental de Bloom le haya mejorado la vida. Y, al contrario, conozco personas que han sufrido con Barthes y otras que han criticado la objetividad de Bloom. Quizás el mundo no necesita críticos ni teóricos. Sin la menor intención de autodenominarme crítico literario, en mi experiencia dando clases me he dado cuenta de esto: yo llego al salón, abro mi libro, veo mis notas, comparto mi experiencia; quizás aclaro alguna duda que se reitera; y en ese rato a veces veo que toman notas, o incluso me doy cuenta de que las caras de los alumnos reflejan desacuerdo. Si tengo suerte, recibo yo también un poco de la experiencia de los demás. Al final, no sé cuánto realmente tomé yo de la crítica en torno a una novela o a un poema, ni mucho menos podría citarlo. De la misma manera, no sé cuánto los demás absorben de todo lo que he dicho, ni en qué medida me reconozcan como autor de tales cosas. Así, lo que queda es un lector frente a un texto. Yo desaparezco.         
 
Creo que existe una razón por la cual se ha denominado un canon para toda disciplina. El nuestro, el de las letras, es particularmente extenso y longevo; y, empero, nunca ha envejecido. Un profesional de las humanidades está en constante renovación de su canon, y esta acción debe manifestar su espíritu abierto y curioso, dispuesto, más que a ver o meramente presenciar, a observar y comprender realmente lo que tiene en sus manos. Si un humanista tiene consciencia de que el conocimiento del cual es testigo es innecesario una vez que se comprende un proceso, y que, sin embargo, dicho conocimiento sigue vivo, este pequeño y humilde humanista habrá cumplido su papel en la historia. Estamos destinados a desaparecer, pero no de la forma negativa. Donde existe un libro, existe una gran cantidad de personas capaces de aportar grandes beneficios a la comprensión de dicho libro. Igualmente, se escribirán libros sobre ese libro y libros sobre los libros. ¿Y todo para qué? Si se me permite, yo creo que leemos, estudiamos, explicamos, analizamos y criticamos libros por dos grandes razones: una es el placer, sea relacionándonos con un personaje o deleitándonos con las acciones y el estilo, o porque entender un libro nos produzca esa sensación de victoria, incluso cuando perdemos; la otra es que considero que el ser humano busca la mejoría. Estas dos razones están ligadas, por supuesto. Mejorar nos hace sentir placer y viceversa.

He tomado, quizás, mucho tiempo para ejemplificar algo que pude haber dicho desde que mencioné a Confucio: la importancia de estudiar humanidades, Letras hispánicas, es saberse mortal. Así como actualmente se desconocen las enseñanzas de Confucio de primera mano, pero todavía se vive como el maestro propuso, nosotros, los maestros de español y literatura, los teóricos, los críticos, existimos para traer algo, para mejorar algo, si es que tenemos suerte, y luego debemos desaparecer. ¿Por qué? Porque aquí no hay lugar para que nos hagan altares ni estatuas. Aquí sólo cabemos si alguien recuerda lo que dijimos, lo que hicimos. El tiempo nos reta y nuestra mejor arma es formar algo que supere el pasado que nos formó.


Quisiera poder compartirles los intentos de grabación y demás, pero mínimo les dejo este memazo.  




5 comentarios:

  1. Meme y título originales, me encanta.
    La manera en que te las ingenias para incorporar otras materias me parece digno de mencionar y sobre todo que tomaras a Confucio como punto de partida para este trabajo.
    Genial :D

    P.D. Habría sido genial escuchar tus bloopers

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  2. Gran reflexión y conclusión. Estoy de acuerdo en que aspiramos a ser algo que alguien rememore. Qué mejor que se trate esto de una enseñanza.

    NiceMemebro.jpeg

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  3. Creo estar de acuerdo en la mayor parte de tus reflexiones,y me siento bastante afín a tu proposición del tiempo... interesante conclusión.

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  4. Estoy de acuerdo contigo en que el producto del humanista es más bien el proceso.

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